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Llevo pensando esta semana que tenía que escribir sobre los límites, a raíz de una consulta que he tenido con unos padres. Poner límites a los niños no tiene absolutamente nada que ver con establecer mil normas para todo. A los niños no hay que controlarlos. Con ellos no funciona el ordeno y mando, y tú obedeces. Y si crees que a ti si te funciona, te diría que quizás no estés sabiendo ver las consecuencias que esto puede tener. Es muy probable que sin querer estés alimentando la rebeldía o la sumisión de tus hijos, y estoy absolutamente segura de que no es eso lo que buscas. A los niños hay que educarlos. Y educarlos significa ayudarles a pensar, a ser reflexivos, a comprender las consecuencias que tienen los actos y las decisiones que toman. Educar es ayudarlos a madurar. Por supuesto que en una casa tiene que haber normas. Y orden. Y horarios. Los niños se descentran si no hay horarios y normas claras, pero esto está lejos de que la casa y la vida de los niños esté llena de prohibiciones y restricciones. Pero las normas siempre han de tener un sentido y una razón y no pueden ser fruto de un capricho. Tampoco pueden establecerse para que te obedezcan, o porque lo dices tú. Además, los niños necesitan comprender ese sentido, necesitan entender la razón de las cosas que se les pide, y darles opciones para que puedan elegir modos de realizarlo. En el sofá no se salta y menos con los zapatos puestos, porque se estropea y a todo el mundo en la casa le gusta que el sofá esté limpio y bien cuidado. Ni más ni menos. Y si se sube e intenta saltar, pues simplemente le bajas, le dices que así no cuidamos el sofá y que no lo puede hacer. Tantas veces como haga falta. Hasta que le quede claro y lo aprenda. Hay una norma, vamos a cuidar el mobiliario de la casa, y se pone un límite cuando alguien se salta la norma. Los límites se establecen para centrar a los niños. Pero los límites no son castigos. Son límites. Límites y castigos no son sinónimos. Limitar es poner un límite a una conducta que no es apropiada y que va en contra del crecimiento y la maduración. Los niños compensan su incapacidad para hacer las cosas con omnipotencia, creen que lo pueden todo. Y es simplemente esta omnipotencia la que necesita un límite. Pero no para castigarles por ella, sino simplemente para que puedan aceptar la realidad y sus limitaciones. Por eso un límite centra. Si quiere abrir todos los yogures de la nevera para ver cuál es el que más le gusta, pues simplemente se le dice que no, que no se puede, porque no va a poder comérselos y una vez abiertos hay que tirarlos. Él es pequeño y no repara en eso. No se da cuenta de que será un desperdicio y que habrá que tirarlos. Y el NO se le puede decir con tranquilidad, con seguridad, transmitiendo que es algo que no vas a consentir, pero con amabilidad. No hace falta enfadarse, ni echar la charla, ni regañarle, ni hacerle sentir mal. Sólo hay que poner un límite a su omnipotencia, para que pueda aprender a tener en cuenta la realidad. Así es que hay dos cuestiones esenciales. Una, cómo pones las normas y cuántas pones. Y dos, cómo pones los límites cuando se salten esas normas. Y recuerda que todo es para educarlos y no para doblegarlos. Si te interesa educar a tus hijos con sentido, sabiendo lo qué haces y porqué lo haces, lo que les beneficia y lo que les perjudica, conociendo lo que alimenta su desarrollo y lo que lo inhibe, si te interesa que tus hijos crezcan felices y sin complejos, estoy segura de que te interesará saber cómo trabajo para lograrlo. Los límites y las normas no son más que uno de los temas esenciales en la educación, pero hay muchos más. Agenda una llamada conmigo, si quieres sentirte capaz y empoderado como padre, y capaz de ejercer una autoridad firme a la vez que comprensiva y afectuosa con tus hijos, y te explico cómo lograrlo. AGENDA AQUÍ LA LLAMADA Rellena también el formulario ¡Hasta pronto! Ángeles Barragán Galán Psicóloga Clínica, Coach Familiar y Orientadora Escolar. Col. M-8939 www.angelesbarraganpsicologa.com
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