Una de las quejas que más escucho en los talleres que realizo con padres, es que por mucho que repiten las cosas, es muy difícil que sus hijos les hagan caso. Dicen:
“Parece que hablamos en otro idioma.”
“Da igual lo que les pidas, nada, cómo si oyesen llover.”
“¡Parece que hablo a una pared!”
“¿Cuántas veces te lo tengo que decir?”
“Le entra por un oído y te sale por otro.”
“Estoy cansada de repetírselo.”
¿Te suena?
Parece imposible que hablando el mismo idioma sea tan difícil comunicarse, ¿verdad?
Crees que hablas claro y que no pides nada del otro mundo, pero ¡a veces es imposible!
¿Te pasa, por ejemplo, cuando tratas de enseñar modales en la mesa? Es un clásico.
Quieres que tus hijos se sepan comportar para poderles llevar contigo a cualquier lado. No puedes soportar a esos niños que tiran la comida al suelo, se levantan mil veces, gritan en la mesa.
¡No!, piensas, tus hijos no van a ser así, y te propones educarlos.
Entonces aprovechas las comidas y las cenas para enseñarles.
“Coge bien los cubiertos, no se levanta uno de la mesa hasta que no termina, no se come con la boca abierta, no se habla con la boca llena, límpiate con la servilleta y no con la mano, el agua se pide por favor, con la comida no se juega, hay que terminarse el plato…”
Piensas que son cosas fáciles y que tu mensaje es claro, pero el resultado no puede ser más desolador, ¡No te hacen NI CASO!
No das crédito. ¿Cómo puede ser tan difícil? No entiendes qué pasa. Te preguntas si es que no te escuchan o es que no quieren hacerte caso.
Lo sigues repitiendo, pero nada.
Te cansa y te enfada la situación y sientes que se te va de las manos. No tienes autoridad.
No entiendes qué pasa, ni cómo manejarlo, ni si tiene algún significado oculto. Sólo sabes que por mucho que te esfuerzas no logras nada.
Sientes que tu pareja no te apoya lo suficiente cuando les reprendes en la mesa. Eso no hubiera pasado jamás en tu casa.
No piensas dar tu brazo a torcer, no vas a consentir que te ignoren de esa manera. Entonces lo sigues repitiendo y repitiendo, cada vez con más enfado. Sólo sentarse a la mesa empieza a convertirse en un momento de máxima tensión.
Entonces, ya al límite de la desesperación pasas a la acción y dices:
“Muy bien, si no me hacéis caso por las buenas, me lo vais a hacer por las malas, quién no se comporte, se levanta de la mesa sin comer”.
Y con esas palabras, da comienzo a la batalla.
Resultado, llanto, enfado, gritos, desesperación, incomprensión, rabia, peleas de pareja… pero los malos modales ahí siguen, como si nada, ajenos a la repetición, a los gritos, a la bronca, a las malas caras, a la tristeza.
Lo peor, que esta es sólo una de las situaciones del día a día en que parece que hablas en otro idioma, ¿verdad?
Nadie te dijo que podía ser tan difícil comunicarse con tus hijos. Nadie te dijo que podría repercutir en la relación de pareja, o que a veces hasta ibas a preferir hablar antes con tu jefe que con tus hijos. Nadie te dijo que podrías sentirte tan impotente, tan vulnerable, tan incapaz, tan pesimista.
Quizás tampoco nadie te ha dicho que esto ¡tiene solución!
Sí, y yo puedo ayudarte. Sólo hay que conocer las claves de la comunicación efectiva y comprender el mundo emocional de los niños/adolescentes para logar ser el padre y la madre que siempre quisiste ser.
He abierto esta semana y la próxima unos huecos en mi agenda para hablar con padres ultra comprometidos con realizar un cambio en la manera que tienen de comunicarse con sus hijos.
La llamada no tiene ningún coste, ni te compromete a nada, pero no es para todo el mundo.
Si crees ser uno de esos padres, aquí tienes el enlace para agendar una llamada conmigo, te escucharé atentamente y veré la mejor forma de ayudarte.
Hablemos:
Ángeles Barragán Galán
Psicóloga Clínica, Coach Familiar
y Orientadora Escolar.
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